Qué es la virtud? Qué son los
valores? Que es el vicio? Qué son las pasiones?
Para reflexionar sobre este tema, me
parece que lo primero que tengo que considerar es que estos aspectos no son
comprensibles en su totalidad a través del pensamiento, de la razón, sino que
forman parte de una visión holística, es decir, dl conjunto de vivencias que
como seres humanos tenemos, haciendo uso de la mente, de la razón, de las
emociones, de la voluntad, del espíritu y de muchos de los aspectos que forman
parte integral de nuestra esencia.
Cuando hablamos de valores, podemos
reducir el concepto a decir que “valor es lo que vale”, es decir, aquello a lo
que le atribuimos cierto peso, cierta importancia.
La escala de valores individual está
sujeta al condicionamiento cultural de la escala de valores social, y
viceversa. Esta última se conforma con los valores que una determinada cultura,
una sociedad, atribuye a las cosas. La escala de valores social determina lo
que se conoce como “moral”, que viene del latín: mos, moris, y que significa: costumbre. La moral se conforma por los
valores que se generan como hábitos sociales considerados como positivos en una
cultura y un tiempo determinados.
El estudio y práctica de la moral y
la virtud son y han sido desde hace mucho tiempo, áreas de estudio de la
filosofía y las religiones. Es por ello que los que practican la virtud han
sido calificados como “santos”, como seres fuera de lo ordinario.
Pero no se necesita ser un santo
para practicar la virtud. Lo que se requiere es simple voluntad. En su libro
“Etica Nicomaquea”, Aristóteles planteaba que todo ser humano es capaz de
distinguir el bien del mal, escuchando su “voz interna”, ya sea que esta se
interprete como su conciencia, o como la voz del Gran Arquitecto del Universo,
que nos guía, aunque a veces pretendamos acallarla, no escucharla o no hacerle
caso.
La virtud es en ese sentido, la
unión de una visión correcta y una voluntad correcta. Saber que se debe hacer
lo correcto, y hacerlo. Ajustar la moral con la praxis, el valor con los
hechos.
El ser virtuoso es aquel que sabe
que es lo correcto y lo hace; es decir, que puede distinguir el bien del mal, y
opta por hacer lo correcto. De lo contrario, seguimos vacilando entre la escala
de valores ideal, la que decimos tener, la que quisiéramos; y la escala ideal,
la de los valores con los que actuamos, los valores que guían nuestra conducta
diaria. Esta doble moral genera angustia en el ser, decepción, frustración y
miedo. Nos lleva al lado oscuro y nos incentiva a seguir por el camino del
vicio y de las pasiones desenfrenadas.
El budismo plantea la cuestión a
través de dos mandalas (círculos) el de los valores reales, y el de los valores
ideales, que se unen a través de la virtud (voluntad-acción) y que representa
uno de los pasos del óctuple noble sendero descubierto por el iluminado (Buda)
para llegar al cese del sufrimiento.
En la Filosofía Griega antigua, dos
escuelas trataban de explicar el camino a la felicidad como fin último de la
existencia del ser humano: los estoicos consideraban que la felicidad llegaba
con el control de las pasiones, de los vicios, para transitar hacia los actos
virtuosos. Los epicúreos planteaban como filosofía de vida el hedonismo: el
valor del placer sin freno para llegar a la felicidad.
Estoicos y epicúreos dejaron
sentadas las bases para otras corrientes filosóficas de occidente, que
desarrollaron nuestra concepción dual de virtud y vicio como dos extremos de la
conducta humana, dirigidos respectivamente al polo positivo y negativo.
El dominio de las pasiones, como lo
planteaban los estóicos, es lo que yo entiendo por “desbastar la piedra en
bruto” y de esa manera lograr la práctica de una conducta moral y virtuosa.
La visión correcta, la emoción
correcta y la voluntad correcta (los tres primeros pasos del óctuple noble
sendero budista) corresponden a esta misma idea: el dominio de la pasión y el vicio,
para saber qué es lo correcto y tener la voluntad de hacerlo, transitando
entonces hacia la virtud y la moral.